JAVIER RUIZ DE ARCAUTE
Hoy llega a los cines Ozzy, película de animación española dirigida por el debutante Alberto Rodríguez y escrita por Juan Ramón Ruiz de Somavía. Aprovechamos la ocasión para entrevistar al segundo de ellos y abordar tanto el proceso creativo de la película como las diferencias entre el cine de animación infantil y la comedia en la que se había movido hasta ahora en series tan exitosas como 7 vidas o Aída.
¿Cómo surge la historia de Ozzy? ¿Fue un proyecto personal, ya fuese idea tuya o del director, o fue un proyecto de encargo?
Fue un proyecto personal, una idea que desarrollé en casa a raíz de unos rumores que indicaban que había algún estudio de animación interesado en desarrollar largos de animación. Yo le había dado vueltas ya a una premisa de película carcelaria protagonizada por perros, y de trasladar a un universo de comedia de aventuras infantil el entorno de ese subgénero con el que yo había disfrutado tanto.
Había escrito ya un largo de animación antes, un proyecto más modesto que sigue en desarrollo y que a día de hoy aún busca la forma de terminarse (Azahar) y había disfrutado mucho en el proceso. Cuando le enseñé una sinopsis de Ozzy (entonces y durante mucho tiempo se llamó Bad dogs) a los productores, con los que entonces estaba embarcado en una serie para Disney (La gira), les gustó mucho y empezamos a hablar enseguida de la posibilidad de opcionarla. Hay algo que no quiero que se me olvide, y es citar a dos guionistas espléndidas, Sonia Pastor y Sara Antuña, que participaron de forma generosa y desinteresada en diversas fases del proyecto y sin cuya contribución esta historia no sería la que es.
La película transcurre en dos ambientes principales, el hogar de Ozzy y una suerte de prisión para perros. ¿Qué enfoques trabajaste en cada uno de ellos y cómo se alimentan entre sí?
Se trataba de una historia clásica, un viaje del héroe en toda regla. Y para ello se necesita un antihéroe, era necesario que Ozzy no fuese un perro audaz o decidido, sino más bien todo lo contrario, un cobarde, un perro acomodado al que no le faltaba de nada. Tuvimos varias formas de mostrarlo, pero tras diferentes versiones y recortes debidos a la duración y al presupuesto, nos quedamos con un abusón, ese repartidor de periódicos sádico y canalla que atormenta a los perros del barrio. Para contrastar con el segundo acto, en el que estaría confinado en un sitio lúgubre, se buscó deliberadamente crear ese ambiente luminoso de suburbio ideal americano que tantas veces hemos visto.
Respecto a la comunicación entre actos, se ha perdido mucho material que mostraba esos ecos. Las flores que aparecen en el primer acto, recogidas por Paula, la niña, reaparecían en la cárcel en forma de una flor solitaria que Ozzy encontraba y atesoraba en su celda y que le conectaba con su hogar. Sí han permanecido los cómics que dibujan sus dueños y que reaparecen en el reparto de libros con Chester, y que provocan también una reacción de melancolía en Ozzy. Y luego, visualmente había un elemento que aparece en casi todos los escenarios y que acaba teniendo un protagonismo algo perverso: los frisbees.
¿Qué referentes del cine carcelario tuviste en mente durante la escritura?
Muchos, uf, muchísimos. No eran buscados, pero las referencias salían solas. El género carcelario tiene sus propias reglas, situaciones que no por haber visto cientos de veces dejan de funcionar y a las que nuestro tono permitía homenajear con humor: el ingreso en prisión, el desdén de los presos veteranos, el compañero de celda, el alcaide ominoso, el comedor, el mundo fugas o las celdas de castigo… Todo podía tener una traducción canina. Además, el hecho de que el punto de vista de la película sea prácticamente en todo momento el del protagonista, nos permitía descubrir ese mundo y pasar por esas situaciones junto a él de forma natural (ahora la llamarían “orgánica”).
Por citar algunos, desde los más evidentes, como La gran evasión, Cadena perpetua, El Rompehuesos, Evasión o victoria, La leyenda del indomable a otros quizá menos obvios. Fronky en sí mismo es una amalgama en un solo personaje de los dos protagonistas de Papillón, el físico y las limitaciones de Hoffmann y el espíritu irreductible de MacQueen. El muñeco en la cama de Fronky era un guiño a Fuga de Alcatraz, y por el camino se quedaron otros guiños a otra película del tándem Siegel/Eastwood, como Harry el sucio. También perdimos en otros momentos referencias a Al rojo vivo, de Raoul Walsh o el Scarface de De Palma. En la peli hay referentes cercanos en el tiempo, como la serie Prision Break o Un profeta y citas al cine más clásico, como Tiempos modernos de Chaplin o Fuerza bruta de Jules Dassin.
Ozzy es un perro que tiene como habilidad su velocidad, pero es algo que sobre todo tiene relevancia en la parte carcelaria. ¿Era uno de los puntos clave del personaje o simplemente un ingrediente más?
Era un punto clave. Aunque ha quedado muy reducido en el primer acto, la película arranca con Ozzy corriendo y dejando atrás a sus perseguidores. Había que establecer esa cualidad muy pronto, y se reforzaba más a menudo en el primer acto, pero de nuevo, como te digo, el tiempo y el presupuesto dejaron esos apuntes en el banquillo. Lo que sí era esencial era mostrar esa velocidad unida intrínsecamente a la cobardía de Ozzy, siempre escapando, nunca encarando los conflictos. Es cuando desaparece esa opción, la de correr, la de huir, cuando no tiene más remedio que convertirse en un héroe. Es un héroe a su pesar, como creo que deben ser los mejores héroes.
Aparte de Ozzy, el protagonista, hay varios perros que forman parte de su grupo de amigos y su plan de fuga. ¿Qué perfiles trabajaste y qué idea de grupo querías plasmar?
En primer lugar, quise que el grupo al que se uniese Ozzy se compusiera de perdedores, de outsiders. Ozzy es un perro débil, un novato, y nadie le quiere cerca. Y, una vez dentro del grupo, Chester y Fronky aparecen como fuerzas opuestas que tiran de él, cada una hacia un lado. Chester, el veterano, el sabio, un perro medio inválido y resentido con el mundo exterior. Fue abandonado por sus dueños y se ha resignado a no tener un futuro fuera de la prisión, no quiere líos y quiere pasar desapercibido, es un superviviente. Frente a él, Fronky es una fuerza de la naturaleza. Un perro indómito, un rebelde, un temerario que ni siquiera deja que sus limitaciones físicas se interpongan en su objetivo, fugarse de allí. Mientras que Doc, el perrazo pacífico y silencioso que acompaña a Fronky, era nuestro Chewbacca, un escudero, y un personaje que casi ha tirado la toalla y al que Ozzy devuelve la fe.
¿Tienen relación las razas de los perros con la personalidad que se les da en la película?
Bueno, en general se buscaba que la raza se adaptase al personaje, y ése es el caso de Ozzy, un inofensivo beagle, que cuadraba perfectamente con lo que buscaba. O de Chester, con su aspecto de militar escocés retirado del servicio en las colonias. También Decker y el resto de los guardas, aunque originalmente creo que se intentó que fuesen dóbermans; o de Radar, el perrillo con pinta de roedor que cumplía físicamente a las mil maravillas con su papel, el chivatillo de la cárcel. Pero a menudo le dábamos la vuelta al cliché, y en el caso de los villanos, tanto Vito como Grunt revierten los tópicos de sus razas, un chihuahua aparentemente inofensivo y un san bernardo alejado de la compasión y la bondad por la que son famosos.
La película tiene muchos giros lingüísticos que adaptan frases populares a un contexto “perruno” ¿quisiste hacer de eso una seña de identidad de la película?.
Sí, fue un recurso cómico que se acuñó tanto en los diálogos en inglés como en castellano y que me pareció apropiado para el proyecto, para dotar de ligereza a los parlamentos.
Imagino que un proyecto de animación da bastante libertad imaginativa al no estar condicionado por las limitaciones de un rodaje pero ¿hubo algún tipo de hándicap a la hora de escribir debido a temas de producción?
Infinitos. Ten en cuenta que no contamos con los presupuestos astronómicos con los que cuentan en Estados Unidos o incluso en estudios potentes de Europa. Nuestro presupuesto es modesto y por ello había que afinar la puntería y tratar de ayudar desde el guión a que la película fuese viable. Así que al final se ha parecido mucho a los malabares que tienes que hacer para meter en presupuesto los guiones de cine o televisión de imagen real. Vigilar la duración, el número de personajes y escenarios de la película, dosificar secuencias de masas, no abusar de secuencias de acción, efectos especiales… Alberto ha logrado el milagro de llevar a buen puerto una película tan compleja. Por citar una limitación particular del mundo de la animación, a modo de curiosidad, hubo que evitar en la medida de lo posible el contacto de líquidos con la piel de los perros, ya que los tejidos, pelos y pieles reaccionan al mojarse y cambian de textura… A excepción de ese gag recurrente de la lavadora y poco más, se eliminaron esas situaciones.
Después de muchos años trabajando en sitcoms como 7 vidas, Aída o El hombre de tu vida ¿cómo ha sido la transición al largo de animación?
En realidad no ha habido tal transición. Yo estudié cine en la ECAM, y mi formación y vocación son cinematográficas. Lo que me pasó a mí fue lo contrario a lo que me planteas, reciclarme para escribir televisión, y ésta ha sido una escuela insuperable a la hora de adquirir conocimientos y reflejos. Hoy por hoy hay muy pocos guionistas que puedan vivir del cine exclusivamente, y la televisión ha acabado siendo, más que nuestro refugio, nuestro verdadero hogar.
¿Cómo se trabaja la comedia para un público infantil? ¿Qué dificultades conlleva el dirigirse a un público muy joven sin que limite la complicidad con el adulto?
Bueno, sí que es cierto que tienes que escribir con cierto cuidado, y sobre todo a la hora de reescribir, andar con la mente dividida, con un ojo en los niños y otro en los adultos, tratando de que los contenidos estén equilibrados. Surgen muchas dudas por el camino, miedos, y muchas voces que alertan de si esto o lo otro es adecuado para según quién. En cualquier caso, yo ya tenía cierto entrenamiento, habiendo coordinado la primera temporada de “La gira” para Disney Channel. Y, por otro lado, la animación comercial de hoy en día se mueve en un único género: la comedia de aventuras, y muchos guionistas de mi generación han crecido viendo el cine que dirigía o producía Spielberg con directores como Zemeckis, Richard Donner o Joe Dante (E.T. o la saga de Indiana Jones, Regreso al futuro, Gremlins, Los Goonies…); lo tenemos en nuestro ADN, hemos crecido mamando y amando ese cine de entretenimiento familiar. Yo, en mi caso, además, escribía para mi sobrina, pensando en ella, que ha crecido a la par que el proyecto (la niña de la película se llama Paula, como ella). Lo que más me motivaba a la hora de hacer esta película es que si lograba acabarla sería el mejor regalo que le podría hacer en mi vida.
A raíz de esta experiencia ¿hay algún nuevo proyecto de animación a la vista?
Ojalá. El cine de animación me apasiona, y aquí hay un talento enorme. Ilion, Lightbox, Blue Dream, Big Bang Box, Animakitchent… Ganas no me faltan, y en algún embrión de historia sí que estoy trabajando, pero aún es muy pronto.
Fuente: GuionNews.